sábado, 31 de diciembre de 2011

Mientras el corazón está roto, la negatividad me domina

Titulo: Mientras el corazón está roto, la negatividad me domina
Por: Diana Acevedo.



Lo único que veo es llover,
sentada en el vacio,
cubierto por césped opaco,
bajo las grises nubes,
suspirando mis alegrías,
inhalando tristezas,
tragando mis dolores,
con la mirada abajo,
vivo pensando,
en que ya nada...
vale ni la mas mínima pena.

Desearía apuñalarme,
cortar mis pulsos,
ahogarme en lágrimas,
acabar con esto,
no importa como,
pero siempre tengo en mente...
que si de algo serví en vida,
es siendo un estorbo,
tratando de sonreír,
mientras me pregunto a mi misma,
si algún día dejaré de soñar tanto.

jueves, 29 de diciembre de 2011

Falta mucho

Titulo: Falta Mucho.
Por: Mayra Cabrera.

He aprendido a ser estúpida, muy estúpida; a pensar en cursilerías y corazones rotos, a mirar el horizonte, a pensar en él. 
He aprendido a ser fuerte, a sonreír sin que me sea necesario el vivir,  a fingir que estoy bien, mientras duele. 
He aprendido a no llorar mientras me mira y correr en pensamientos bajo el cielo que se nubla. He aprendido mucho de todo esto, de él, de mí… de ella; pero aun no he aprendido a  entender los puntos finales de las historias.

martes, 27 de diciembre de 2011

Ella (parte 1)


Desde el salón al final del pasillo podía oirla llegar. El taqueteo de los tacones que balanceaban graciosamente su peso contra el piso. Podía imaginarla. El bamboleo de la falda al ritmo de sus caderas al caminar, los movimientos de su pequeña bolsa que tenía colgada del hombro, el ligero sueter para protegerse de la brisa y del frio que hacía ese día. Era perfecta.

Sus cabellos oscuros meciendose a la merced del aire que corría por la ventana, sus senos rebotando al ritmo de sus pasos, su clara piel que brillaba con las lamparas del pasillo, sus delicadas manos que seguramente tenían un anillo entre los dedos, y el tono azul apagado de sus ojos que miraban fijamente hacia el salón.

Lastima que nunca llego a su destino.

Una cadena oxidada, que nunca había sido cambiada desde la construcción del edificio, dejo caer una lampara sobre su craneo matandole al instante.

Todo eso, antes de terminar mi café de la mañana.

lunes, 26 de diciembre de 2011

Escribir.

Titulo: Escribir
Por: Uriel Luviano

No sé que escribir, a ratos los versos se me salen por los poros, pero no logran aglomerarse, y los termino abandonando, supongo que por su bien y el mío. Luego me da por escribir prosa, limpia y clara, pero me desespero cuando los adjetivos se cuelgan, abusivos, como pulgas sobre el perro más flaco, de mis enclenques sustantivos, hasta que me harto de mis escritos de puberto enamorado, y terminan junto a sus primos, los poemas abortados, en el basurero de mi cuarto.

Quiero escribir de tí, quiero escribir de tus ojos y de tu boca, quiero escribir de todo eso, pero me faltan... habilidades. Me siento frustrado; por un lado, tu belleza me inunda y me hace querer escribir líneas y líneas, por el otro, las palabras se me atoran y mis pensamientos fluyen más lento que el chapopote cuando me siento, decidido, a escribirte algo.

Estas situaciones normalmente coinciden junto con un deseo envolvente de sentir tus manos en mi piel, un deseo que amenaza con despedazarme si no le hago caso, un deseo que me tiene en un jaque constante y que a ratos me hace querer ir a buscarte a donde sea que te encuentres, sólo para verte por unos segundos, calmar mis ansias con ese placebo que solo las acrecenta, sentirme un poquito más cerca a mi meta, como si no te alejaras continuamente, ausente y tranquila.

Al final me decido a escribir sobre mi frustración, mi siempre fiel plan B secundario que sale a flote cuando los planes B ordinarios han sido deshechados por x o y razón. Gasto los últimos minutos de lucidez que me quedan antes de que me lleve el sueño en acomodar mi frustración en enunciados, mis enunciados en párrafos, y mis ganas de tí en lo más profundo y vigilado de mi corazón, así nunca se me salen de control, pero nunca logro ignorarlas, siempre están presentes.

Tomo tu recuerdo entre mis labios y le doy un beso de buenas noches, un beso de trámite, pues de seguro se subirá a la cama conmigo y se enredará en mis sueños, dejándome empapado de tí en la mañana. Tu imagen me la quito de los ojos, y la guardo en el bolsillo de la piyama. Tu nombre está tan grabado en mi boca que ni siquiera me molesto en intentar borrarlo cuando sé que si llega a desaparecer, su ausencia será efímera, pues al primer atisbo de tu cabellera negra olorosa a tí, regresará, con su omnipresencia y su fuerza casi divinas.

Termino acostándome con todo lo tuyo excepto tú, y un texto más bajo el brazo, uno más de los muchos que hacen cola en mi cabeza, uno más de los que buscan colarse bajo tu puerta y anidar en tu almohada, uno más de los que me hacen quien soy, un muchacho que gusta de escribir y enamorarse de mujeres imposibles, no exactamente en ese orden.

domingo, 25 de diciembre de 2011

Me marché de aquí

Titulo: Me marché de aquí
Por: Cristian Vazquez



Ya no me busques. Me marché de aquí con mis palabras, las que tanto dije y escribí, las que grité a los cuatro vientos y las que callé. Las puse a cada una en un costal muy grande, muy muy grande, pa’ que quepan todas; justo sobre mi espalda donde estarán más cómodas, lejos de la punta de la lengua.
 
Hace ya un rato que decidí marcharme y todo va bien. ¿A dónde voy? A donde las palabras crezcan solas, donde no necesite liberarlas de a poco; donde duerman tranquilas, llámese el futuro o el camino a nunca jamás o mejor a quien sabe dónde. Sí, a quien sabe dónde. Ahí si te dejan hacerte más viejo, morir, crecer; hay que crecer. Ahí  vamos.
 
El camino es largo y las tragedias comienzan a surgir. Hay palabras que se caen paso a paso. A amor  la quise poner en el bolso izquierdo de mi camisa, pero se cayó mientras tomaba rumbo. La pobre es más ciega que un murciélago, así que es caso perdido. A calma la acomodé a mero arriba del costal, para que cuidara a las demás, pero parece que la sacaron a golpes. Nunca se llevó bien con pasado. Así que mientras avanzan los pasos me quedo sin mis favoritas y otras no tan queridas se añaden a los pasos aferradas a seguirnos. Cuelgan; se reproducen.
 
Tiempo  va corriendo por la bolsa y se come a otras tantas. Algunas no quieren marcharse, salen de su guarida y duermen en los adentros de la mente, dictan el rumbo. Soledad  me acompaña a todas partes, va de la mano de duda;  a veces ambas son golpeadas por suerte. Ocasionalmente platico con lujuria y me cuenta las ventajas de estar solo. Conciencia está perdida, lleva rato ya que la escucho y no la veo; creo que grita desde muy lejos.
 
Experiencia está engordando mucho. Te aseguro que ya no la reconocerías, ha cambiado desde que me fui, siempre está abusando de fe y de inocencia. Se ve muy lejos la meta. Todas están alborotadas; salen, juegan, gritan, consumen mi energía. Se mezclan, procrean nuevos seres que pesan, pesan bastante. Cada vez me cuesta más cargar más con el costal, los pasos se tornan difíciles y comienzo a necesitar de alguien. Quizá por eso te escribo. Cuando estabas conmigo era más sencillo, aunque no por ello te extraño, ellas y yo estamos bien.
 
Creo que tarde o temprano le haré un hoyo a este costal y conseguiré otro; en realidad por eso te escribo. Necesitaré que devuelvas un poco de las palabras que ya te di, para volver a tomar rumbo.
Estoy en lo más profundo de quien sabe dónde; sé que sabes cómo mandarme lo que necesito.
 
Devuélveme un poco de las palabras que te llevaste;
Infancia.
 
Con cariño. Cristian.

sábado, 24 de diciembre de 2011

Sin despedirme


Titulo: Sin despedirme.
Por: Jorge Orlando Ochoa Lucero.



Las heridas arden vivas,
gritan extrañando tentar tu piel
quizás sea una gran idea junto a ti,
arrancarme el amor y dejarme caer.

Te he perdido el respeto en sueños
para nunca querer despertar,
quizás, solo aquí sea tan fuerte
para caminar con las manos vacías.

He sido cobarde por no abandonar
el desgarrarte dolor que está en mi;
cada retrato de tus ojos y tus labios
son el recuerdo inexistente
de toda nuestra realidad.

Fui yo quien se afianzo a promesas falsas,
que ninguna lagrima seria en vano
con la simulación de cada recuerdo,
para sanar esta certera despedida.

No dejes que la opacidad gobierne tus ojos,
que tus palpitaciones se limiten hoy,
que la tención de tus manos disminuya
sin entregar tu alma a unas manos frías.

Y en el momento las luces se cruzaran
en cada camino perseguido por nosotros,
y no habrá un retorno al final de túnel
con mi promesa de nunca olvidarte…
 
 

viernes, 23 de diciembre de 2011

Etéreo


Titulo: Etéreo.
Por: Zyanya Tanahara.


Con pompa la plática se extiende alrededor, palabras retozando, intentando estrangular los oídos, cual hipnóticas sinfonías, estridentes notas culminantes con risas.
A través de la barrera de la mente, son sólo un murmullo distante, casi ausente. Una obra de la cual un observador me he vuelto. Por fortunio, a pesar de estar en el escenario, la conversación gira en torno a opiniones ajenas, nadie se percata del vacío grisáceo que adorna la profundidad de los ojos que tiempo atrás míos fueron, tras el velo de una sonrisa colgante ensayada lo suficiente como para enmascarar su desgano.
Con suficiente bondad, ¿La ventana de la mente proyectará mi verdad hacia la realidad? Esa fantasía con la que el alma gusta de recrearse, hacia donde escapa de la lucidez cuando se presenta la más mínima oportunidad.
Abrir los ojos y con sobresalto ver un techo desconocido, aunque sólo lo sea durante los segundos en que la claridad huya de la mente, para luego descubrir su cálida familiaridad. Conmocionadamente, incorporarse en la cama, mientras el cuerpo se adecua al escenario. Las formas, las figuras, colocadas como los recuerdos claman conocer y pintar, un mapa ya recorrido y conocido, mas sin embargo fuera de lugar.
Expectante, que la pacífica respiración acompasada baile a mi lado como lo esperado.
Un paroxismo de alegría, al comprobar que todo es exactamente igual.
Todo en su lugar, listo para ser tomado.
En el mismo furor del éxtasis, como veneno recién inyectado, abandonarse al deseo de buscar, correr entre indistinguibles puertas y pasillos.
Entonces, a ella llegar, majestuosa, enmarcada con el bello tinte del ébano, esperando por mi donde le corresponde estar.
Un suspiro, una coraza de valor. "Esta vez todo será diferente" ronda la mente, inspirando al pie que valiente avanzó.
...
Sin caer en cuenta de ello, no más bajo mi control, como un reflejo, copiosas lágrimas caen en mi regazo. Un murmullo ahogado en el silencio, mentira diluida, discreta.
Pícaramente, el gorgojeo de la plática, envidioso, busca el regreso del título despojado por los gritos asesinados, y se deja deslizar levemente a través de mis oídos. Al levantar los ojos, vuelve la nitidez de la aparente cercanía de las personas próximas. Quebrándose ante el dolor, una mano temblorosa que sorprendentemente resulta pertenecerme clama con fervor un poco de aliento, acercándose a una de ellas.
A la distancia de un suspiro, mi respiración es contenida ante la perspectiva del alivio cercano, titubeando ante la debilidad. Se acerca mi mano un poco más, para encontrarse con la más cruel y pura vacuidad, mientras atraviesa sin dudar el cuerpo que enfrente está.
Entonces una explosión de una insana felicidad embarga todo el ser al tiempo que las lágrimas paran en seco y nace la sonrisa más límpida que jamás en mi cara se sostuvo, y el viento soporta un instante las palabras nunca más oídas:
Soy etérea.

jueves, 22 de diciembre de 2011

La pérdida de mi mejor aliada


Titulo: La pérdida de mi mejor aliada.
Por: Maria Jose Olvera Cañez.


No pasa mucho tiempo antes de que regrese al principio,
antes de que regrese a ti,
o a lo que queda en mi memoria.
Es como un ciclo sin fin,
el cómo huyo de tu recuerdo,
refugiándome detrás de desconocidos
con los que intento ser feliz,
llenar éste vacío que habita en mí,
salir adelante,
como si fuera tan fácil.
La gente, que lo ve desde afuera, dice:
ella es una persona valiente,
yo en su lugar no hubiera podido salir adelante.
Pero es que la verdad, nunca tuve más opción.
En el momento de tu partida yo aún era muy ingenua,
creía en un Dios que aliviaría todas mis penas,
creía en el destino, en un príncipe azul,
en los buenos amigos,
creía en mí,
por el simple hecho de ser tu hija.
Tenía fe de que si el destino te llevó
era porque ya estaba lista para vivir,
pero eso no es cierto, lo pude comprobar viviendo.
Porque cuando llegó el momento de enfrentarme a la vida
me quedé paralizada,
ahora no se mi siguiente jugada,
siento como si todos llevaran una gran ventaja por encima de mí:
todos aún conservan a su mejor asesora,
a esa que les dará el consejo más confiable, por el simple hecho de venir de su voz;
pero yo a la mía la perdí.
La gente de fuera habla asombrada,
enfrentarme al mundo sin mi estratega, sin mi mejor aliada.
Si yo ganara éste juego, sería recordado como una gran hazaña.
Sonreír.
Luchar.
Todo eso suena bien, hasta que llega el momento de quedarme sola,
y esperar a que mis demonios me vayan consumiendo.
Busco como loca un consuelo, algo que me de esperanza,
y encuentro un espejo,
que me crea la hermosa ilusión de que soy tu reflejo,
pero eso es mentira, y a mí no me engañan,
a mi aun me haces falta,
y sin duda, te tomaría de regreso.
¡Oh Dios mío! ¡Si tan sólo pudiera yo revivir a los muertos!

miércoles, 21 de diciembre de 2011

Conduce, acelera y detente.


Titulo: Conduce, acelera y detente.
Por: Mayren Castillo.




Conduce a gran velocidad, lejos de tu conciencia.
Huye de la lluvia, de las sombras, de mi cielo.
Siente como el viento despeina tu cabello.
Todo lo que yo quería fuiste tú desde el principio.


Acelera en la cúspide de tu inocencia, de tus anhelos.
Recorre con cautela las curvas de mi cuerpo.
Contempla el camino con el sol en tus ojos.
Tómame en tus brazos de nuevo y para siempre.

Detente en seco al final de nuestra historia.
Recuerda aquella tarde, aquel deseo.
Saborea en tu inconsciencia mis pasiones.
Escapa no sin antes consumir mi plenitud.

martes, 20 de diciembre de 2011

Lo que son las cosas


Titulo: Lo que son las cosas.
Por: Ricardo Lindquist.


Caminaba con paso firme
lanzando amores al viento,
esperando una metáfora del silencio.

La lluvia violaba mi rostro y consumía la
llama de mi cigarrillo. Mi calzado inundado
le hacía par a mi mente.

Un viejecillo silbaba el estribillo de una vieja
pieza, la tarde era gris y no la encontré
por ningún lado, eran las cinco y cuarto,
ella no llegaba...

Deposité mi esperanza en el cesto de basura
mientras veía a un hombre abrazar a sus
hijos para que no se mojaran.

Un vendedor de rosas con tintes ancianos
notó mi rostro desencajado y con una voz
humilde dijo algunas palabras.

Las rosas son las musas de la verdad y
usted manifiesta la duda, tome
esta y deje que el destino nos de la
última carta.

Con una sonrisa irónica la tomé
dando las gracias por el detalle.

La tarde daba sus últimos suspiros
y la lluvia no tenía intenciones
de ocultar su ira.

Emprendí el camino de regreso, ella
no llegaría a la cita. Las dudas
aprovecharon el momento.

A lo lejos pude verla caminando, llevaba
prisa supongo, una sonrisa iluminó mi
rostro.

La seguí con la rosa en la mano, sin que ella
se diera cuenta. Hasta llegar a un callejón
que daba fin a la avenida.

Paré de caminar y la vi abrazar a otro hombre.
algo dentro de mi sonó, tal vez el colapso de
mi ilusión o la explosión de mis latidos.

Una lágrima se confundió con la lluvia,
la rosa cayó en la encharcada calle.


La última carta estaba jugada.